La solemne celebración de Pentecostés nos invita a profesar nuestra fe en la presencia y en la acción del Espíritu Santo, que el Señor Jesús había prometido a sus discípulos, y a invocar su efusión sobre la Iglesia y sobre el mundo entero. La presencia del Espíritu Santo es la que nos ayuda a comprender todo lo trasmitido por el Señor (Cfr. Jn. 14,26); y su testimonio, que ilumina nuestra fe, nos convierte en testigos de la Palabra y de la Resurrección de Jesús (Cfr. Jn 15, 26-27). La vivencia de esta fiesta, nos hace poner nuestra confianza en la acción de la tercera persona de la Trinidad e implorar su venida, “Ven Espíritu Santo”, para que aumente nuestra fe y nos sintamos fortalecidos para trasmitir el evangelio.
El versículo de la Escritura que acompaña al lema de este año, “creí y por eso hable” (2 Cor. 4,13), propuesto por San Pablo a la comunidad de Corintio, nos muestra que la acción evangelizadora del apóstol de las gentes está presidida por lo que él mismo llama «espíritu de fe». Es esa fe la que le lleva a hablar. Podríamos decir que el dinamismo de la fe desemboca en el anuncio de lo creído. El valor y la fuerza de la predicación esta en proporción a la intensidad de nuestra fe. Desde el principio la Iglesia sabe que este es el camino para evangelizar, que creamos en el Hijo de Dios.
Renovar nuestra fe en Jesucristo. Esta idea está en el propósito de Benedicto XVI al convocar el Año de la fe, en el cincuenta aniversario de la inauguración del Concilio Vaticano II: “el Año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo”. (Porta Fidei nº 6). Esta conversión a Cristo se convierte en la condición inicial e indispensable para poder poner en marcha el proceso evangelizador que el mundo de hoy necesita. Conversión a la que todos los fieles estamos llamados. Una conversión real, que conlleva un cambio de vida y un mayor afán evangelizador. La Iglesia, y los creyentes que a ella pertenecen, transmiten lo que viven. No se puede transmitir aquello en lo cual no se cree y no se vive. No se puede transmitir el Evangelio sin saber lo que significa “estar” con Jesús, vivir en el Espíritu de Jesús la experiencia del Padre. No hay fruto si no se está unido a la vid. No hay pesca si faenamos solos toda la noche, sin la presencia a nuestro lado del Resucitado.
Benedicto XVI centra muy bien esta cuestión esencial: “…quisiera esbozar un camino que sea útil para comprender de manera más profunda no sólo los contenidos de la fe sino, juntamente también con eso, el acto con el que decidimos de entregarnos totalmente y con plena libertad a Dios.” (porta Fidei nº 10). En el fondo se trata de caer en la cuenta de que es importante conocer mejor lo que creemos, pero que es fundamental el fortalecimiento del acto de fe en Dios, y en Cristo, por el que realmente creemos lo que ellos nos han revelado. Porque, antes que el conocimiento de cosas y misterios, la fe es decidirse a estar con el Señor para vivir en Él y dejarse trasformar por la gracia que actúa hasta lo más íntimo.
Esa trasformación engendra la misión. «Con el corazón se cree y con los labios se profesa» (cf. Rm 10, 10). “Profesar con la boca indica, a su vez, que la fe implica un testimonio y un compromiso público (…). La fe, precisamente porque es un acto de la libertad, exige también la responsabilidad social de lo que se cree. La Iglesia en el día de Pentecostés muestra con toda evidencia esta dimensión pública del creer y del anunciar a todos sin temor la propia fe. Es el don del Espíritu Santo el que capacita para la misión y fortalece nuestro testimonio, haciéndolo franco y valeroso”. (Porta Fidei nº 10)
En este día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, os animamos a recuperar un texto de la exhortación apostólica postsinodal, Chritifideles Laici, de la que se cumplirán 25 años el próximo mes de diciembre: “Los fieles laicos —debido a su participación en el oficio profético de Cristo— están plenamente implicados en esta tarea (la nueva evangelización) de la Iglesia. En concreto, les corresponde testificar cómo la fe cristiana —más o menos conscientemente percibida e invocada por todos— constituye la única respuesta plenamente válida a los problemas y expectativas que la vida plantea a cada hombre y a cada sociedad. Esto será posible si los fieles laicos saben superar en ellos mismos la fractura entre el Evangelio y la vida, recomponiendo en su vida familiar cotidiana, en el trabajo y en la sociedad, esa unidad de vida que en el Evangelio encuentra inspiración y fuerza para realizarse en plenitud”. (Ch L 34).
En estos momentos de crisis social, económica y de fe por los que está atravesando nuestro país, en los que las posibles respuestas parecen insuficientes, desde la esperanza cristiana es bueno recordar que existe un lazo indisoluble entre la fe y la caridad. Igual que no debe existir una fractura entre nuestra fe y nuestra vida, tampoco podemos caer en la tentación de pensar que fe y caridad están separadas o que de algún modo una se opone a la otra. Es mucho el sufrimiento que nos golpea y que, por desgracia, en muchas ocasiones se ceba con los más débiles y marginados, con los que nos sentimos especialmente solidarios y cercanos. Pero el compromiso activo de los católicos con los más necesitados, surge siempre de una fe que se trasforma en amor, cuyo fruto es el servicio a los más pobres, en feliz expresión de la Beata Teresa de Calcuta. No puede ser de otra manera: la fe nos hace acoger el mandamiento nuevo de Jesús; la caridad nos da la dicha de ponerlo en práctica (cf. Jn. 13, 13-17)
Queremos, en comunión con todos los obispos, dar gracias a Dios, en este día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, por tantos queridos fieles laicos que con gran empeño estáis renovando vuestra alegría de creer y recuperando el entusiasmo de trasmitir la fe, y que estáis estrechamente comprometidos entregando vuestras personas y recursos a favor de los más necesitados. Seguro que vuestra solicitud, generosidad y entrega a favor de la Iglesia y de todos los hombres, se verá recompensada con la fecundidad de vuestro apostolado.
Elevamos nuestra oración al Espíritu Santo en esta Solemnidad de Pentecostés, para que llene de su gracia a toda la Iglesia, a la Acción Católica, a nuestros Movimientos del Apostolado Seglar y a todos los bautizados, para que “impulsados por la celebración del Año de la fe, todos juntos, pastores y fieles, nos esforzaremos por responder fielmente a la misión de siempre: llevar a Jesucristo al hombre, y conducir al hombre al encuentro con Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, realmente presente en la Iglesia y contemporáneo en cada hombre”. (Papa Francisco, alocución a los cardenales 15-3-2013)
+ Carlos OSORO SIERRA, Arzobispo de Valencia. Presidente
+ Juan Antonio REIG PLA, Obispo de Alcalá de Henares. Vicepresidente
+ Carlos Manuel ESCRIBANO SUBÍAS, Obispo de Teruel y Albarracín
+ Antonio ALGORA HERNANDO, Obispo de Ciudad Real
+ Atilano RODRÍGUEZ MARTÍNEZ. Obispo de Sigüenza-Guadalajara
+ José Ignacio MUNILLA AGUIRRE, Obispo de San Sebastián
+ Xavier NOVELL GOMÀ, Obispo de Solsona
+ Esteban ESCUDERO TORRES, Obispo de Palencia
+ José MAZUELOS PÉREZ, Obispo de Jerez de la Frontera
+ Ángel RUBIO CASTRO, Obispo de Segovia
+ Francisco GIL HELLÍN, Arzobispo de Burgos
+ Mario ICETA GAVICAGOGEASCOA, Obispo de Bilbao
+ Gerardo MELGAR VICIOSA, Obispo de Osma-Soria
+ Francesc PARDO ARTIGAS, Obispo de Girona