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Homilía del Sr. Obispo de Albacete en la clausura del Año de la Fe

Homilía del Sr. Obispo de Albacete en la clausura del Año de la Fe

CLAUSURA DEL AÑO DE LA FE
Homilía del Sr. Obispo, Mons. Ciriaco Benavente Mateos
Santa Iglesia Catedral de Albacete

Sábado, 23 de noviembre de 2013

Queridos hermanos todos, sacerdotes, diáconos, miembros de la vida consagrada, queridos fieles.

El día 13 de octubre del año pasado nos reuníamos aquí, en la S.I. Catedral, una significativa representación de toda la Diócesis, para inaugurar el Año de la Fe. Lo abríamos con el deseo de secundar la voluntad del Papa Benedicto XVI al convocarlo: "introducir a todo el cuerpo eclesial en un tiempo de especial reflexión y redescubrimiento de la fe para una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo; para un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización, para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe" (Porta Fidei, 5, 6,7)

¿Por qué el empeño del Papa en invitarnos a renovar nuestra fe? ¿Por qué las reiteradas llamadas a una nueva evangelización?. Porque se constata que en un porcentaje considerable de bautizados se ha apagado o se está apagando la llama de la fe. Eso se nota en que crece la indiferencia religiosa, en que el ateísmo empieza a ser por primera vez en la historia un fenómeno de masas. Manifestaciones de esta realidad son también el alejamiento de muchos jóvenes bautizados de la Iglesia y la consiguiente organización de su vida como mejor les parece, una falta de vocaciones para la vida sacerdotal y la vida consagrada, las numerosas rupturas matrimoniales, la incapacidad de muchas familias de educar cristianamente a sus hijos, la falta de respeto a la vida humana, la corrupción moral no sólo en los ámbitos de la vida política o económica, la pervivencia de los grandes problemas del hambre, la injusticia, la violencia y el paro que afecta tan duramente a tantas familias.

Invitaba yo entonces a que durante este año hiciéramos un sincero examen de conciencia personal y colectivo, preguntándonos todos y cada uno de los miembros de la Iglesia con qué hondura vivimos la fe, qué cristianismo hemos presentado con nuestra forma de vivir, de orar, de estar en la familia o en la sociedad; si hemos cuidado nuestra formación para manifestar la belleza y novedad del Evangelio o si, por el contrario, hemos presentado un mensaje insignificante y anacrónico. Preguntarnos también cómo conseguir que la Iglesia sea percibida como lugar de la presencia viva de Dios.

Queridos hermanos: La celebración de este año ¿ha contribuido de verdad a renovar en profundidad nuestra fe, a recuperar el gozo de creer y de comunicar la fe? ¿ Ha sido un año de renovación honda para los presbíteros, para los miembros de la vida consagrada, para los cristianos laicos, para mí, pastor de esta Iglesia de Albacete?.

Estas preguntas se las hacía el grupo de acción pastoral de una parroquia. Escuchemos, aunque sean abreviadas, algunas de sus respuestas:

"He asistido con más frecuencia a cursillos, retiros, más oración... He podido profundizar más en mi fe: si la vivo de verdad y cómo la transmito a los demás con mi vida”. (Amparo)

"Este año, dedicado a la fe, ha sido un replantearme toda mi fe, volver a mirar en mis adentros... Un año de gracias y alabanza al Dios amor " (Javier)

"El año de la fe que ahora concluye ha sido para mí el revulsivo que necesitaba para profundizar en todo aquello que es lo importante de verdad y a lo que no siempre prestamos la debida dedicación. Estoy agradecido a Benedicto XVI por lanzarnos este reto que nos saca de una fe adormecida. El año de la fe será uno de los grandes legados de Benedicto XVI". (Jesús)

"El año de la fe me ha servido para crecer y fortalecer mi fe, y para concretarla en la vida que me rodea, y así no ser una fe teórica, sino práctica..." (Gloria)

"Me ha servido para darme cuenta de que debo convertirme en un signo vivo de la presencia de Cristo resucitado en el mundo. Me pregunto cómo puedo propagar la fe y hacer lo posible para contagiarla a los demás " (Antonio)

Hoy clausuramos el Año de la Fe y algunos os preguntaréis: "Y ahora, ¿qué?.
Las viejas palabras dirigidas a Abraham, invitándole a salir del ambiente seguro de su familia y su terruño y a ponerse en camino y, sobre todo, el encargo de Jesús resucitado con que Mateo cierra su Evangelio: "Id y haced discípulos de todos los pueblos", es el encargo que esta mañana recibimos todos y cada uno. Somos enviados. Y lo hacemos no para reconquistar cotas de poder perdidas, sino por la certeza de que sólo en Cristo alcanza el hombre toda su plenitud; porque hemos recibido un tesoro tan precioso que no podemos guardarlo para nosotros, sino compartirlo.

Después del Año de la Fe lo lógico sería que cada parroquia o asociación religiosa se convirtiera en una misión y que cada cristiano fuera un misionero. Desde nuestro Plan Pastoral Diocesano os proponemos tres campos de trabajo: los jóvenes, la familia , la caridad.

Los jóvenes son el futuro de la Iglesia y la Iglesia del futuro. Son el futuro de la sociedad y la sociedad del futuro. Bautizados en su mayoría, poco más del 53 % se define como católicos. (Son más los que creen en la reencarnación que en la en la resurrección de nuestro Señor). No llega al 20 % los que se confirman. De ellos, entre sólo un 7 u 8 % sigue practicando. No entro en otras valoraciones como la forma de vivir el amor o de entender el matrimonio. Sabemos que muchos jóvenes buscan a oscuras sentido, plenitud. De los jóvenes tocados por la gracia de Dios han de salir las vocaciones a la vida sacerdotal, a la vida consagrada y al matrimonio como comunidad de vida y amor, los gerentes de una nueva sociedad. Queremos ayudar a los jóvenes a que cambien el imaginario colectivo: la imagen del cristianismo y de la Iglesia, a la que muchos miran como Iglesia de los "noes".

"El cristianismo - dice Benedicto XVI- sólo dice no a lo que empobrece o degrada la condición humana. Pero es, sobre todo, un gran sí al amor, a la vida, a la justicia, a la paz, a la fraternidad entre los hombres, a la esperanza y plenitud del hombre".

La familia es otro campo que reclama ser evangelizado. La familia, tal y como fue soñada por Dios, es uno de los grandes patrimonios de la sociedad. Puede tener una fuerza decisiva en la transmisión de la fe y de los valores. Pero sabemos con qué facilidad se rompe hoy la familia - se rompen más del 63 % de los matrimonios que se hacen. El Papa Francisco ha puesto de relieve la trascendencia de la familia al convocar, de modo casi urgente, nada menos que dos Sínodos de los Obispos consecutivos, en dos años, sobre la familia y su evangelización. "La familia, -ha dicho recientemente- es una comunidad de vida, donde se aprende a amar, es el motor del mundo y de la historia , el lugar donde cada uno de nosotros construye su personalidad y toma conciencia de su dignidad, también el enfermo, el anciano, el débil. Queremos proponer a todos con respeto y valentía la belleza del matrimonio y la familia a la luz del Evangelio; también a las familias en dificultades, a las que se ven obligadas a dejar su tierra, a las que no tienen casa o trabajo o sufren por tantos motivos; a los cónyuges en crisis y a los ya separados. Queremos estar cerca de ellos".

La fe se hace operante por la caridad. Decía el Beato Juan Pablo II cuando nos señalaba la tarea para el milenio que empezaba: “Si verdaderamente hemos partido de la contemplación de Cristo, tenemos que saberlo descubrir sobre todo en el rostro de aquellos con los que él mismo ha querido identificarse : "he tenido hambre y me habéis dado de comer, he tenido sed y me habéis dado de beber ...(Mt. 25). Sobre esta página, la Iglesia comprueba su fidelidad como Esposa de Cristo, no menos que sobre el ámbito de la ortodoxia" (NMI.49).

Quien celebra, se alimenta y vive la Eucaristía tiene que ir asimilando lo que entraña, lo que fue la vida y la muerte de Jesús: don de sí, partir, repartir, compartir, es decir, dar y darse. Son muchas las personas que gracias a las Caritas diocesana y parroquiales, así como a otras instituciones llevadas por congregaciones religiosas o meramente civiles están recibiendo una ayuda que le es imprescindible. Ahí queremos estar, curando, enjugando lágrimas, ofreciendo esperanza. El lema de Caritas "vive sencillamente para que otros, sencillamente vivan" es una invitación a la austeridad para aumentar la generosidad. El año pasado propuse al presbiterio diocesano entregar su paga extra de navidad para los parados. Hoy extiendo a todos los diocesanos que podáis ver la forma de compartir algo significativo con los pobres en las próximas Navidades. Vistamos en esos días el traje propio de este tiempo: el de la solidaridad, el de Belén y el del Pesebre, el de Nuestro Señor, que se identificó con los pobres, que se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza.

Renovemos con gozo nuestra fe. Y hagamos de la mesa de la Eucaristía mesa de fraternidad real. El testimonio de las primeras comunidades, en que se sentaban a la misma mesa, como hermanos, hombres y mujeres, esclavos y libres, judíos y romanos fue el gran signo impactante de los cristianos en un mundo pagano. Son los signos que quisiéramos recuperar como fruto del Año de la Fe para seguir ofreciendo a nuestros hermanos un mensaje de luz, de fraternidad y de esperanza.

Que la Virgen de los Llanos, patrona de la Diócesis, nos ayude en este propósito. Amén

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