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Mensaje del Papa a los jóvenes

Mensaje del Papa a los jóvenes <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: center;"><strong>Mensaje del Santo Padre a los j&oacute;venes del mundo</strong></p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: center;"><strong>con ocasi&oacute;n de la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud</strong></p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: center;"><strong>2013</strong></p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: center;">&nbsp;</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: center;"><strong>Id y haced disc&iacute;pulos a todos los pueblos (cf. Mt 28,19)</strong></p> <p class="aumentarFonte_new">&nbsp;</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">Queridos j&oacute;venes:</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">Quiero haceros llegar a todos un saludo lleno de alegr&iacute;a y afecto. Estoy seguro de que la mayor&iacute;a de vosotros hab&eacute;is regresado de la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid &laquo;arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe&raquo; (cf. Col 2,7). En este a&ntilde;o hemos celebrado en las diferentes di&oacute;cesis la alegr&iacute;a de ser cristianos, inspirados por el tema: &laquo;Alegraos siempre en el Se&ntilde;or&raquo; (Flp 4,4). Y ahora nos estamos preparando para la pr&oacute;xima Jornada Mundial, que se celebrar&aacute; en R&iacute;o de Janeiro, en Brasil, en el mes de julio de 2013.</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">Quisiera renovaros ante todo mi invitaci&oacute;n a que particip&eacute;is en esta importante cita. La c&eacute;lebre estatua del Cristo Redentor, que domina aquella hermosa ciudad brasile&ntilde;a, ser&aacute; su s&iacute;mbolo elocuente. Sus brazos abiertos son el signo de la acogida que el Se&ntilde;or regala a cuantos acuden a &eacute;l, y su coraz&oacute;n representa el inmenso amor que tiene por cada uno de vosotros. &iexcl;Dejaos atraer por &eacute;l! &iexcl;Vivid esta experiencia del encuentro con Cristo, junto a tantos otros j&oacute;venes que se reunir&aacute;n en R&iacute;o para el pr&oacute;ximo encuentro mundial! Dejaos amar por &eacute;l y ser&eacute;is los testigos que el mundo tanto necesita.</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">Os invito a que os prepar&eacute;is a la Jornada Mundial de R&iacute;o de Janeiro meditando desde ahora sobre el tema del encuentro: Id y haced disc&iacute;pulos a todos los pueblos (cf. Mt 28,19). Se trata de la gran exhortaci&oacute;n misionera que Cristo dej&oacute; a toda la Iglesia y que sigue siendo actual tambi&eacute;n hoy, dos mil a&ntilde;os despu&eacute;s. Esta llamada misionera tiene que resonar ahora con fuerza en vuestros corazones. El a&ntilde;o de preparaci&oacute;n para el encuentro de R&iacute;o coincide con el A&ntilde;o de la Fe, al comienzo del cual el S&iacute;nodo de los Obispos ha dedicado sus trabajos a &laquo;La nueva evangelizaci&oacute;n para la transmisi&oacute;n de la fe cristiana&raquo;. Por ello, queridos j&oacute;venes, me alegro que tambi&eacute;n vosotros os impliqu&eacute;is en este impulso misionero de toda la Iglesia: dar a conocer a Cristo, que es el don m&aacute;s precioso que pod&eacute;is dar a los dem&aacute;s.</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">&nbsp;</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">1. Una llamada apremiante</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">La historia nos ha mostrado cu&aacute;ntos j&oacute;venes, por medio del generoso don de s&iacute; mismos y anunciando el Evangelio, han contribuido enormemente al Reino de Dios y al desarrollo de este mundo. Con gran entusiasmo, han llevado la Buena Nueva del Amor de Dios, que se ha manifestado en Cristo, con medios y posibilidades muy inferiores con respecto a los que disponemos hoy. Pienso, por ejemplo, en el beato Jos&eacute; de Anchieta, joven jesuita espa&ntilde;ol del siglo XVI, que parti&oacute; a las misiones en Brasil cuando ten&iacute;a menos de veinte a&ntilde;os y se convirti&oacute; en un gran ap&oacute;stol del Nuevo Mundo. Pero pienso tambi&eacute;n en los que os dedic&aacute;is generosamente a la misi&oacute;n de la Iglesia. De ello obtuve un sorprendente testimonio en la Jornada Mundial de Madrid, sobre todo en el encuentro con los voluntarios.</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">Hay muchos j&oacute;venes hoy que dudan profundamente de que la vida sea un don y no ven con claridad su camino. Ante las dificultades del mundo contempor&aacute;neo, muchos se preguntan con frencuencia: &iquest;Qu&eacute; puedo hacer? La luz de la fe ilumina esta oscuridad, nos hace comprender que cada existencia tiene un valor inestimable, porque es fruto del amor de Dios. &Eacute;l ama tambi&eacute;n a quien se ha alejado de &eacute;l; tiene paciencia y espera, es m&aacute;s, &eacute;l ha entregado a su Hijo, muerto y resucitado, para que nos libere radicalmente del mal. Y Cristo ha enviado a sus disc&iacute;pulos para que lleven a todos los pueblos este gozoso anuncio de salvaci&oacute;n y de vida nueva.</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">En su misi&oacute;n de evangelizaci&oacute;n, la Iglesia cuenta con vosotros. Queridos j&oacute;venes: Vosotros sois los primeros misioneros entre los j&oacute;venes. Al final del Concilio Vaticano II, cuyo 50&ordm; aniversario estamos celebrando en este a&ntilde;o, el siervo de Dios Pablo VI entreg&oacute; a los j&oacute;venes del mundo un Mensaje que empezaba con estas palabras: &laquo;A vosotros, los j&oacute;venes de uno y otro sexo del mundo entero, el Concilio quiere dirigir su &uacute;ltimo mensaje. Pues sois vosotros los que vais a recoger la antorcha de manos de vuestros mayores y a vivir en el mundo en el momento de las m&aacute;s gigantescas transformaciones de su historia. Sois vosotros quienes, recogiendo lo mejor del ejemplo y las ense&ntilde;anzas de vuestros padres y maestros, vais a formar la sociedad de ma&ntilde;ana; os salvar&eacute;is o perecer&eacute;is con ella&raquo;. Conclu&iacute;a con una llamada: &laquo;&iexcl;Construid con entusiasmo un mundo mejor que el de vuestros mayores!&raquo; (Mensaje a los J&oacute;venes, 8 de diciembre de 1965).</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">Queridos j&oacute;venes, esta invitaci&oacute;n es de gran actualidad. Estamos atravesando un per&iacute;odo hist&oacute;rico muy particular. El progreso t&eacute;cnico nos ha ofrecido posibilidades inauditas de interacci&oacute;n entre los hombres y la poblaci&oacute;n, mas la globalizaci&oacute;n de estas relaciones s&oacute;lo ser&aacute; positiva y har&aacute; crecer el mundo en humanidad si se basa no en el materialismo sino en el amor, que es la &uacute;nica realidad capaz de colmar el coraz&oacute;n de cada uno y de unir a las personas. Dios es amor. El hombre que se olvida de Dios se queda sin esperanza y es incapaz de amar a su semejante. Por ello, es urgente testimoniar la presencia de Dios, para que cada uno la pueda experimentar. La salvaci&oacute;n de la humanidad y la salvaci&oacute;n de cada uno de nosotros est&aacute;n en juego. Quien comprenda esta necesidad, s&oacute;lo podr&aacute; exclamar con Pablo: &laquo;&iexcl;Ay de m&iacute; si no anuncio el Evangelio!&raquo; (1Co 9,16).</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">2. Sed disc&iacute;pulos de Cristo</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">Esta llamada misionera se os dirige tambi&eacute;n por otra raz&oacute;n: Es necesaria para vuestro camino de fe personal. El beato Juan Pablo II escribi&oacute;: &laquo;La fe se refuerza d&aacute;ndola&raquo; (Enc. Redemptoris Missio, 2). Al anunciar el Evangelio vosotros mismos crec&eacute;is arraig&aacute;ndoos cada vez m&aacute;s profundamente en Cristo, os convert&iacute;s en cristianos maduros. El compromiso misionero es una dimensi&oacute;n esencial de la fe; no se puede ser un verdadero creyente si no se evangeliza. El anuncio del Evangelio no puede ser m&aacute;s que la consecuencia de la alegr&iacute;a de haber encontrado en Cristo la roca sobre la que construir la propia existencia. Esforz&aacute;ndoos en servir a los dem&aacute;s y en anunciarles el Evangelio, vuestra vida, a menudo dispersa en diversas actividades, encontrar&aacute; su unidad en el Se&ntilde;or, os construir&eacute;is tambi&eacute;n vosotros mismos, crecer&eacute;is y madurar&eacute;is en humanidad.</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">&iquest;Qu&eacute; significa ser misioneros? Significa ante todo ser disc&iacute;pulos de Cristo, escuchar una y otra vez la invitaci&oacute;n a seguirle, la invitaci&oacute;n a mirarle: &laquo;Aprended de m&iacute;, que soy manso y humilde de coraz&oacute;n&raquo; (Mt 11,29). Un disc&iacute;pulo es, de hecho, una persona que se pone a la escucha de la palabra de Jes&uacute;s (cf. Lc 10,39), al que se reconoce como el buen Maestro que nos ha amado hasta dar la vida. Por ello, se trata de que cada uno de vosotros se deje plasmar cada d&iacute;a por la Palabra de Dios; &eacute;sta os har&aacute; amigos del Se&ntilde;or Jesucristo, capaces de incorporar a otros j&oacute;venes en esta amistad con &eacute;l.</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">Os aconsejo que hag&aacute;is memoria de los dones recibidos de Dios para transmitirlos a su vez. Aprended a leer vuestra historia personal, tomad tambi&eacute;n conciencia de la maravillosa herencia de las generaciones que os han precedido: Numerosos creyentes nos han transmitido la fe con valent&iacute;a, enfrent&aacute;ndose a pruebas e incomprensiones. No olvidemos nunca que formamos parte de una enorme cadena de hombres y mujeres que nos han transmitido la verdad de la fe y que cuentan con nosotros para que otros la reciban. El ser misioneros presupone el conocimiento de este patrimonio recibido, que es la fe de la Iglesia. Es necesario conocer aquello en lo que se cree, para poder anunciarlo. Como escrib&iacute; en la introducci&oacute;n de YouCat, el catecismo para j&oacute;venes que os regal&eacute; en el Encuentro Mundial de Madrid, &laquo;ten&eacute;is que conocer vuestra fe de forma tan precisa como un especialista en inform&aacute;tica conoce el sistema operativo de su ordenador, como un buen m&uacute;sico conoce su pieza musical. S&iacute;, ten&eacute;is que estar m&aacute;s profundamente enraizados en la fe que la generaci&oacute;n de vuestros padres, para poder enfrentaros a los retos y tentaciones de este tiempo con fuerza y decisi&oacute;n&raquo; (Pr&oacute;logo).</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">3. Id</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">Jes&uacute;s envi&oacute; a sus disc&iacute;pulos en misi&oacute;n con este encargo: &laquo;Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creaci&oacute;n. El que crea y sea bautizado se salvar&aacute;&raquo; (Mc 16,15-16). Evangelizar significa llevar a los dem&aacute;s la Buena Nueva de la salvaci&oacute;n y esta Buena Nueva es una persona: Jesucristo. Cuando le encuentro, cuando descubro hasta qu&eacute; punto soy amado por Dios y salvado por &eacute;l, nace en m&iacute; no s&oacute;lo el deseo, sino la necesidad de darlo a conocer a otros. Al principio del Evangelio de Juan vemos a Andr&eacute;s que, despu&eacute;s de haber encontrado a Jes&uacute;s, se da prisa para llevarle a su hermano Sim&oacute;n (cf. Jn 1,40-42). La evangelizaci&oacute;n parte siempre del encuentro con Cristo, el Se&ntilde;or. Quien se ha acercado a &eacute;l y ha hecho la experiencia de su amor, quiere compartir en seguida la belleza de este encuentro que nace de esta amistad. Cuanto m&aacute;s conocemos a Cristo, m&aacute;s deseamos anunciarlo. Cuanto m&aacute;s hablamos con &eacute;l, m&aacute;s deseamos hablar de &eacute;l. Cuanto m&aacute;s nos hemos dejado conquistar, m&aacute;s deseamos llevar a otros hacia &eacute;l.</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">Por medio del bautismo, que nos hace nacer a una vida nueva, el Esp&iacute;ritu Santo se establece en nosotros e inflama nuestra mente y nuestro coraz&oacute;n. Es &eacute;l quien nos gu&iacute;a a conocer a Dios y a entablar una amistad cada vez m&aacute;s profunda con Cristo; es el Esp&iacute;ritu quien nos impulsa a hacer el bien, a servir a los dem&aacute;s, a entregarnos. Mediante la confirmaci&oacute;n somos fortalecidos por sus dones para testimoniar el Evangelio con m&aacute;s madurez cada vez. El alma de la misi&oacute;n es el Esp&iacute;ritu de amor, que nos empuja a salir de nosotros mismos, para &laquo;ir&raquo; y evangelizar. Queridos j&oacute;venes, dejaos conducir por la fuerza del amor de Dios, dejad que este amor venza la tendencia a encerrarse en el propio mundo, en los propios problemas, en las propias costumbres. Tened el valor de &laquo;salir&raquo; de vosotros mismos hacia los dem&aacute;s y guiarlos hasta el encuentro con Dios.</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">&nbsp;</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">4. Llegad a todos los pueblos</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">Cristo resucitado envi&oacute; a sus disc&iacute;pulos a testimoniar su presencia salvadora a todos los pueblos, porque Dios, en su amor sobreabundante, quiere que todos se salven y que nadie se pierda. Con el sacrificio de amor de la Cruz, Jes&uacute;s abri&oacute; el camino para que cada hombre y cada mujer puedan conocer a Dios y entrar en comuni&oacute;n de amor con &eacute;l. &Eacute;l constituy&oacute; una comunidad de disc&iacute;pulos para llevar el anuncio de salvaci&oacute;n del Evangelio hasta los confines de la tierra, para llegar a los hombres y mujeres de cada lugar y de todo tiempo.&iexcl;Hagamos nuestro este deseo de Jes&uacute;s!</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">Queridos amigos, abrid los ojos y mirad en torno a vosotros. Hay muchos j&oacute;venes que han perdido el sentido de su existencia. &iexcl;Id! Cristo tambi&eacute;n os necesita. Dejaos llevar por su amor, sed instrumentos de este amor inmenso, para que llegue a todos, especialmente a los que est&aacute;n &laquo;lejos&raquo;. Algunos est&aacute;n lejos geogr&aacute;ficamente, mientras que otros est&aacute;n lejos porque su cultura no deja espacio a Dios; algunos a&uacute;n no han acogido personalmente el Evangelio, otros, en cambio, a pesar de haberlo recibido, viven como si Dios no existiese. Abramos a todos las puertas de nuestro coraz&oacute;n; intentemos entrar en di&aacute;logo con ellos, con sencillez y respeto mutuo. Este di&aacute;logo, si es vivido con verdadera amistad, dar&aacute; fruto. Los &laquo;pueblos&raquo; a los que hemos sido enviados no son s&oacute;lo los dem&aacute;s pa&iacute;ses del mundo, sino tambi&eacute;n los diferentes &aacute;mbitos de la vida: las familias, los barrios, los ambientes de estudio o trabajo, los grupos de amigos y los lugares de ocio. El anuncio gozoso del Evangelio est&aacute; destinado a todos los ambientes de nuestra vida, sin exclusi&oacute;n.</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">Quisiera subrayar dos campos en los que deb&eacute;is vivir con especial atenci&oacute;n vuestro compromiso misionero. El primero es el de las comunicaciones sociales, en particular el mundo de Internet. Queridos j&oacute;venes, como ya os dije en otra ocasi&oacute;n, &laquo;sent&iacute;os comprometidos a sembrar en la cultura de este nuevo ambiente comunicativo e informativo los valores sobre los que se apoya vuestra vida. [&hellip;] A vosotros, j&oacute;venes, que casi espont&aacute;neamente os sent&iacute;s en sinton&iacute;a con estos nuevos medios de comunicaci&oacute;n, os corresponde de manera particular la tarea de evangelizar este &ldquo;continente digital&rdquo;&raquo; (Mensaje para la XLIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 24 mayo 2009). Por ello, sabed usar con sabidur&iacute;a este medio, considerando tambi&eacute;n las insidias que contiene, en particular el riesgo de la dependencia, de confundir el mundo real con el virtual, de sustituir el encuentro y el di&aacute;logo directo con las personas con los contactos en la red.</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">El segundo &aacute;mbito es el de la movilidad. Hoy son cada vez m&aacute;s numerosos los j&oacute;venes que viajan, tanto por motivos de estudio, trabajo o diversi&oacute;n. Pero pienso tambi&eacute;n en todos los movimientos migratorios, con los que millones de personas, a menudo j&oacute;venes, se trasladan y cambian de regi&oacute;n o pa&iacute;s por motivos econ&oacute;micos o sociales. Tambi&eacute;n estos fen&oacute;menos pueden convertirse en ocasiones providenciales para la difusi&oacute;n del Evangelio. Queridos j&oacute;venes, no teng&aacute;is miedo en testimoniar vuestra fe tambi&eacute;n en estos contextos; comunicar la alegr&iacute;a del encuentro con Cristo es un don precioso para aquellos con los que os encontr&aacute;is.</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">5. Haced disc&iacute;pulos</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">Pienso que a menudo hab&eacute;is experimentado la dificultad de que vuestros coet&aacute;neos participen en la experiencia de la fe. A menudo habr&eacute;is constatado c&oacute;mo en muchos j&oacute;venes, especialmente en ciertas fases del camino de la vida, est&aacute; el deseo de conocer a Cristo y vivir los valores del Evangelio, pero no se sienten id&oacute;neos y capaces. &iquest;Qu&eacute; se puede hacer? Sobre todo, con vuestra cercan&iacute;a y vuestro sencillo testimonio abr&iacute;s una brecha a trav&eacute;s de la cual Dios puede tocar sus corazones. El anuncio de Cristo no consiste s&oacute;lo en palabras, sino que debe implicar toda la vida y traducirse en gestos de amor. Es el amor que Cristo ha infundido en nosotros el que nos hace evangelizadores; nuestro amor debe conformarse cada vez m&aacute;s con el suyo. Como el buen samaritano, debemos tratar con atenci&oacute;n a los que encontramos, debemos saber escuchar, comprender y ayudar, para poder guiar a quien busca la verdad y el sentido de la vida hacia la casa de Dios, que es la Iglesia, donde se encuentra la esperanza y la salvaci&oacute;n (cf. Lc 10,29-37). Queridos amigos, nunca olvid&eacute;is que el primer acto de amor que pod&eacute;is hacer hacia el pr&oacute;jimo es el de compartir la fuente de nuestra esperanza: Quien no da a Dios, da muy poco. Jes&uacute;s ordena a sus ap&oacute;stoles: &laquo;Haced disc&iacute;pulos a todos los pueblos, bautiz&aacute;ndolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Esp&iacute;ritu Santo; ense&ntilde;&aacute;ndoles a guardar todo lo que os he mandado&raquo; (Mt 28,19-20). Los medios que tenemos para &laquo;hacer disc&iacute;pulos&raquo; son principalmente el bautismo y la catequesis. Esto significa que debemos conducir a las personas que estamos evangelizando para que encuentren a Cristo vivo, en modo particular en su Palabra y en los sacramentos. De este modo podr&aacute;n creer en &eacute;l, conocer&aacute;n a Dios y vivir&aacute;n de su gracia. Quisiera que cada uno se preguntase: &iquest;He tenido alguna vez el valor de proponer el bautismo a los j&oacute;venes que a&uacute;n no lo han recibido? &iquest;He invitado a alguien a seguir un camino para descubrir la fe cristiana? Queridos amigos, no teng&aacute;is miedo de proponer a vuestros coet&aacute;neos el encuentro con Cristo. Invocad al Esp&iacute;ritu Santo: &Eacute;l os guiar&aacute; para poder entrar cada vez m&aacute;s en el conocimiento y el amor de Cristo y os har&aacute; creativos para transmitir el Evangelio.</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">6. Firmes en la fe</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">Ante las dificultades de la misi&oacute;n de evangelizar, a veces tendr&eacute;is la tentaci&oacute;n de decir como el profeta Jerem&iacute;as: &laquo;&iexcl;Ay, Se&ntilde;or, Dios m&iacute;o! Mira que no s&eacute; hablar, que s&oacute;lo soy un ni&ntilde;o&raquo;. Pero Dios tambi&eacute;n os contesta: &laquo;No digas que eres ni&ntilde;o, pues ir&aacute;s adonde yo te env&iacute;e y dir&aacute;s lo que yo te ordene&raquo; (Jr 1,6-7). Cuando os sint&aacute;is ineptos, incapaces y d&eacute;biles para anunciar y testimoniar la fe, no tem&aacute;is. La evangelizaci&oacute;n no es una iniciativa nuestra que dependa sobre todo de nuestros talentos, sino que es una respuesta confiada y obediente a la llamada de Dios, y por ello no se basa en nuestra fuerza, sino en la suya. Esto lo experiment&oacute; el ap&oacute;stol Pablo: &laquo;Llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros&raquo; (2Co 4,7).</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">Por ello os invito a que os arraigu&eacute;is en la oraci&oacute;n y en los sacramentos. La evangelizaci&oacute;n aut&eacute;ntica nace siempre de la oraci&oacute;n y est&aacute; sostenida por ella. Primero tenemos que hablar con Dios para poder hablar de Dios. En la oraci&oacute;n le encomendamos al Se&ntilde;or las personas a las que hemos sido enviados y le suplicamos que les toque el coraz&oacute;n; pedimos al Esp&iacute;ritu Santo que nos haga sus instrumentos para la salvaci&oacute;n de ellos; pedimos a Cristo que ponga las palabras en nuestros labios y nos haga ser signos de su amor. En modo m&aacute;s general, pedimos por la misi&oacute;n de toda la Iglesia, seg&uacute;n la petici&oacute;n expl&iacute;cita de Jes&uacute;s: &laquo;Rogad, pues, al Se&ntilde;or de la mies que mande trabajadores a su mies&raquo; (Mt 9,38). Sabed encontrar en la eucarist&iacute;a la fuente de vuestra vida de fe y de vuestro testimonio cristiano, participando con fidelidad en la misa dominical y cada vez que pod&aacute;is durante la semana. Acudid frecuentemente al sacramento de la reconciliaci&oacute;n, que es un encuentro precioso con la misericordia de Dios que nos acoge, nos perdona y renueva nuestros corazones en la caridad. No dud&eacute;is en recibir el sacramento de la confirmaci&oacute;n, si a&uacute;n no lo hab&eacute;is recibido, prepar&aacute;ndoos con esmero y solicitud. Es, junto con la eucarist&iacute;a, el sacramento de la misi&oacute;n por excelencia, que nos da la fuerza y el amor del Esp&iacute;ritu Santo para profesar la fe sin miedo. Os aliento tambi&eacute;n a que hag&aacute;is adoraci&oacute;n eucar&iacute;stica; detenerse en la escucha y el di&aacute;logo con Jes&uacute;s presente en el sacramento es el punto de partida de un nuevo impulso misionero.</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">Si segu&iacute;s por este camino, Cristo mismo os dar&aacute; la capacidad de ser plenamente fieles a su Palabra y de testimoniarlo con lealtad y valor. A veces ser&eacute;is llamados a demostrar vuestra perseverancia, en particular cuando la Palabra de Dios suscite oposici&oacute;n o cerraz&oacute;n. En ciertas regiones del mundo, por la falta de libertad religiosa, algunos de vosotros sufr&iacute;s por no poder dar testimonio de la propia fe en Cristo. Hay quien ya ha pagado con la vida el precio de su pertenencia a la Iglesia. Os animo a que permanezc&aacute;is firmes en la fe, seguros de que Cristo est&aacute; a vuestro lado en esta prueba. &Eacute;l os repite: &laquo;Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa ser&aacute; grande en el cielo&raquo; (Mt 5,11-12).</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">7. Con toda la Iglesia</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">Queridos j&oacute;venes, para permanecer firmes en la confesi&oacute;n de la fe cristiana all&iacute; donde hab&eacute;is sido enviados, necesit&aacute;is a la Iglesia. Nadie puede ser testigo del Evangelio en solitario. Jes&uacute;s envi&oacute; a sus disc&iacute;pulos a la misi&oacute;n en grupos: &laquo;Haced disc&iacute;pulos&raquo; est&aacute; puesto en plural. Por tanto, nosotros siempre damos testimonio en cuanto miembros de la comunidad cristiana; nuestra misi&oacute;n es fecundada por la comuni&oacute;n que vivimos en la Iglesia, y gracias a esa unidad y ese amor rec&iacute;proco nos reconocer&aacute;n como disc&iacute;pulos de Cristo (cf. Jn 13,35). Doy gracias a Dios por la preciosa obra de evangelizaci&oacute;n que realizan nuestras comunidades cristianas, nuestras parroquias y nuestros movimientos eclesiales. Los frutos de esta evangelizaci&oacute;n pertenecen a toda la Iglesia: &laquo;Uno siembra y otro siega&raquo; (Jn 4,37).</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">En este sentido, quiero dar gracias por el gran don de los misioneros, que dedican toda su vida a anunciar el Evangelio hasta los confines de la tierra. Asimismo, doy gracias al Se&ntilde;or por los sacerdotes y consagrados, que se entregan totalmente para que Jesucristo sea anunciado y amado. Deseo alentar aqu&iacute; a los j&oacute;venes que son llamados por Dios, a que se comprometan con entusiasmo en estas vocaciones: &laquo;Hay m&aacute;s dicha en dar que en recibir&raquo; (Hch 20,35). A los que dejan todo para seguirlo, Jes&uacute;s ha prometido el ciento por uno y la vida eterna (cf. Mt 19,29).</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">Tambi&eacute;n doy gracias por todos los fieles laicos que all&iacute; donde se encuentran, en familia o en el trabajo, se esmeran en vivir su vida cotidiana como una misi&oacute;n, para que Cristo sea amado y servido y para que crezca el Reino de Dios. Pienso, en particular, en todos los que trabajan en el campo de la educaci&oacute;n, la sanidad, la empresa, la pol&iacute;tica y la econom&iacute;a y en tantos ambientes del apostolado seglar. Cristo necesita vuestro compromiso y vuestro testimonio. Que nada &ndash; ni las dificultades, ni las incomprensiones &ndash; os hagan renunciar a llevar el Evangelio de Cristo a los lugares donde os encontr&eacute;is; cada uno de vosotros es valioso en el gran mosaico de la evangelizaci&oacute;n.</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">8. &laquo;Aqu&iacute; estoy, Se&ntilde;or&raquo;</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">Queridos j&oacute;venes, al concluir quisiera invitaros a que escuch&eacute;is en lo profundo de vosotros mismos la llamada de Jes&uacute;s a anunciar su Evangelio. Como muestra la gran estatua de Cristo Redentor en R&iacute;o de Janeiro, su coraz&oacute;n est&aacute; abierto para amar a todos, sin distinci&oacute;n, y sus brazos est&aacute;n extendidos para abrazar a todos. Sed vosotros el coraz&oacute;n y los brazos de Jes&uacute;s. Id a dar testimonio de su amor, sed los nuevos misioneros animados por el amor y la acogida. Seguid el ejemplo de los grandes misioneros de la Iglesia, como san Francisco Javier y tantos otros.</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">Al final de la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, bendije a algunos j&oacute;venes de diversos continentes que part&iacute;an en misi&oacute;n. Ellos representaban a tantos j&oacute;venes que, siguiendo al profeta Isa&iacute;as, dicen al Se&ntilde;or: &laquo;Aqu&iacute; estoy, m&aacute;ndame&raquo; (Is 6,8). La Iglesia conf&iacute;a en vosotros y os agradece sinceramente el dinamismo que le dais. Usad vuestros talentos con generosidad al servicio del anuncio del Evangelio. Sabemos que el Esp&iacute;ritu Santo se regala a los que, en pobreza de coraz&oacute;n, se ponen a disposici&oacute;n de tal anuncio. No teng&aacute;is miedo. Jes&uacute;s, Salvador del mundo, est&aacute; con nosotros todos los d&iacute;as, hasta el fin del mundo (cf. Mt 28,20).</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">Esta llamada, que dirijo a los j&oacute;venes de todo el mundo, asume una particular relevancia para vosotros, queridos j&oacute;venes de Am&eacute;rica Latina. En la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, que tuvo lugar en Aparecida en 2007, los obispos lanzaron una &laquo;misi&oacute;n continental&raquo;. Los j&oacute;venes, que en aquel continente constituyen la mayor&iacute;a de la poblaci&oacute;n, representan un potencial importante y valioso para la Iglesia y la sociedad. Sed vosotros los primeros misioneros. Ahora que la Jornada Mundial de la Juventud regresa a Am&eacute;rica Latina, exhorto a todos los j&oacute;venes del continente: Transmitid a vuestros coet&aacute;neos del mundo entero el entusiasmo de vuestra fe.</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: justify;">Que la Virgen Mar&iacute;a, Estrella de la Nueva Evangelizaci&oacute;n, invocada tambi&eacute;n con las advocaciones de Nuestra Se&ntilde;ora de Aparecida y Nuestra Se&ntilde;ora de Guadalupe, os acompa&ntilde;e en vuestra misi&oacute;n de testigos del amor de Dios. A todos imparto, con particular afecto, mi Bendici&oacute;n Apost&oacute;lica.</p> <p class="aumentarFonte_new" style="text-align: right;"><em><strong>Vaticano, 18 de octubre de 2012</strong></em></p>
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