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Carta de Don Ciriaco en el Día del Seminario

Carta de Don Ciriaco en el Día del Seminario <p style="text-align: justify;">Muchos de nosotros tenemos todav&iacute;a vivo el recuerdo del paso de la Cruz de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) por nuestra Di&oacute;cesis, as&iacute; como de las celebraciones que, con motivo de la misma Jornada Mundial, congregaron en pleno mes de agosto, primero en las Di&oacute;cesis y seguidamente en Madrid, a miles y miles de j&oacute;venes, que testimoniaban sin complejos la alegr&iacute;a de la fe y el deseo de comprometerse con Jes&uacute;s y con su Evangelio.</p> <p style="text-align: justify;">Esos recuerdos y esas im&aacute;genes inolvidables sirven de tel&oacute;n de fondo e inspiraci&oacute;n para otra pr&oacute;xima y entra&ntilde;able jornada de nuestra Di&oacute;cesis: el D&iacute;a del Seminario, que cada a&ntilde;o celebramos al amparo y a la sombra del Bendito San Jos&eacute;. El cartel de este a&ntilde;o recoge precisamente el momento en que los j&oacute;venes espa&ntilde;oles pasan el testigo, la Cruz de la JMJ, a los j&oacute;venes brasile&ntilde;os.</p> <p style="text-align: justify;">Aquellos acontecimientos han dejado una huella imborrable en muchos j&oacute;venes. Y, sobre todo, nos han dejado a muchos el convencimiento de que los j&oacute;venes, cuando encuentran de verdad a Jesucristo no s&oacute;lo son capaces de dar algo de s&iacute;, sino de darse por entero. Ellos me han o&iacute;do decir m&aacute;s de una vez lo que es un convencimiento constatado y contrastado: que los j&oacute;venes, cuando se les pide poco, no dan nada; cuando se les pide mucho, lo dan todo. En muchas di&oacute;cesis se est&aacute;n viendo ya, tambi&eacute;n en lo vocacional, los frutos de la JMJ.</p> <p style="text-align: justify;">Esta realidad tan esperanzadora no puede hacernos olvidar que muchas de nuestras Iglesias diocesanas se encuentran haciendo la traves&iacute;a del desierto, por lo que a las vocaciones de especial consagraci&oacute;n se refiere.</p> <p style="text-align: justify;">El descenso que tambi&eacute;n se da en las vocaciones al matrimonio es, seguramente, manifestaci&oacute;n de la misma crisis: Nuestro mundo, en amplios sectores, vive marcado por lo material Se pretende llenar el pozo de los deseos s&oacute;lo con bienes consumibles. Dicen, por eso, que una de las caracter&iacute;sticas de la cultura moderna es la dificultad para todo lo que implique vinculaci&oacute;n o compromiso. Los compromisos, seg&uacute;n tal diagn&oacute;stico, se mantienen mientras la persona se siente c&oacute;moda en ellos, pero nada m&aacute;s.</p> <p style="text-align: justify;">En noviembre del a&ntilde;o pasado, la prestigiosa revista norteamericana Forbes, especializada en finanzas y conocida por ofrecer anualmente la lista de las diez personas m&aacute;s ricas del mundo, publicaba tambi&eacute;n la lista de las diez profesiones m&aacute;s gratificantes, a juzgar por el grado de felicidad de quienes las ejerc&iacute;an. Los primeros en la lista eran los sacerdotes cat&oacute;licos y los pastores protestantes. No s&eacute; si la encuesta es objetiva. Los obst&aacute;culos y las dificultades que entra&ntilde;a el ministerio presbiteral no son pocos, las sombras acompa&ntilde;an incluso a los momentos luminosos. De lo que s&iacute; estoy seguro es de que vale la pena darlo todo, incluso la vida, por Jes&uacute;s y por su Evangelio.</p> <p style="text-align: justify;">He tra&iacute;do a colaci&oacute;n lo de la revista Forbes no para utilizarlo como reclamo y propaganda, que tampoco estar&iacute;a mal, sino porque no me gust&oacute; que se hablara del ministerio sacerdotal como una profesi&oacute;n. Antes alud&iacute;a a la falta de vocaciones tambi&eacute;n al matrimonio. Se ha dicho, a este respecto, que vivimos una cultura sin vocaciones, o al menos con un enorme d&eacute;ficit vocacional. Parece que escasean no s&oacute;lo al sacerdocio, a la vida consagrada o al matrimonio, sino tambi&eacute;n a la medicina, a la pol&iacute;tica o al servicio p&uacute;blico, a todo. S&eacute; que hay personas en estos campos que viven la profesi&oacute;n como verdadera vocaci&oacute;n, y se nota; pero, si lo anterior fuera cierto, estar&iacute;amos en una cultura de muchas profesiones sin vocaci&oacute;n: Personas que han adquirido unos altos conocimientos y competencias, que les capacitan para lograr determinados objetivos &uacute;tiles y hasta necesarios, pero sin necesidad de que ello implique a toda la persona ni d&eacute; sentido a su vida.</p> <p style="text-align: justify;">La vocaci&oacute;n, como su nombre indica, tiene un fuerte componente de llamada, que emplaza a la persona a una forma de vida, a un seguimiento. Es como una voz que asciende de nuestro m&aacute;s radical fondo; una llamada misteriosa que unifica la vida de quien la sigue, que le da sentido, que compromete toda la existencia. La vocaci&oacute;n es cuesti&oacute;n de amistad, respuesta de amor a quien nos am&oacute; primero.</p> <p style="text-align: justify;">Si los sacerdotes fu&eacute;ramos coherentes con nuestra vocaci&oacute;n no podr&iacute;amos entendernos a nosotros mismos sino como lo que somos, estemos donde estemos, hagamos lo que hagamos, sea cual sea la situaci&oacute;n en que nos encontremos, en gozo o en tristeza, en &eacute;xito o en desvalimiento.</p> <p style="text-align: justify;">El mundo necesita para funcionar de muchas profesiones. Hay mucha gente, sobre todo hoy, con hambre de pan. Pero hay tambi&eacute;n hambre de justicia, de ternura, de amor. Todos, aunque a veces lo ignoren o incluso lo nieguen, sienten &ldquo;hambre de Dios&rdquo;. Y los sacerdotes estamos para repartir en nombre de Cristo el &ldquo;pan de la Palabra&rdquo;, el &ldquo;pan de la Eucarist&iacute;a&rdquo;, el &ldquo;pan de la Misericordia&rdquo; (reconciliaci&oacute;n), el &ldquo;pan de la Fraternidad&rdquo; (comuni&oacute;n).</p> <p style="text-align: justify;">S&eacute; que a veces no estamos a la altura de la misi&oacute;n confiada. &ldquo;Llevamos este tesoro en pobres vasijas de barro&rdquo; (2 Co. 4,7), dec&iacute;a san Pablo. Los sacerdotes, a pesar de nuestros l&iacute;mites y fragilidades, no nos sentimos un objeto arqueol&oacute;gico, ni el resto de un pasado que caduca, como algunos piensan. Soy testigo de que no lo ve&iacute;an as&iacute; los j&oacute;venes de la JMJ, ni lo veis as&iacute; los que hab&eacute;is descubierto el tesoro del Evangelio.</p> <p style="text-align: justify;">Permitidme que diga a nuestros j&oacute;venes que ser sacerdote hoy es una de las formas m&aacute;s significativas de servir al Reino de Dios; una de las formas m&aacute;s hermosas de encarnar los ideales de cualquier joven; una de las formas posibles de hacer la voluntad de Dios y sentirse plenamente realizado; una de las formas reales de ser feliz; una de las formas, aunque parezca parad&oacute;jico, de ser totalmente libre y de tener una vida fecunda. S&oacute;lo se necesita, como dice el lema del D&iacute;a del Seminario de este a&ntilde;o, &ldquo;<strong>pasi&oacute;n por el Evangelio</strong>&rdquo;.</p> <p style="text-align: justify;">As&iacute; lo siente el grupo de nuestros seminaristas. Algunos, por ello, han dejado con alegr&iacute;a, el mundo de la empresa o carreas universitarias brillantes. Su generosidad nos llena de esperanza.</p> <p style="text-align: justify;">Orad por nuestra Di&oacute;cesis y por nuestros seminaristas, para que se mantengan en el empe&ntilde;o asumido. Orad por las familias, que afinen la sensibilidad de sus hijos para escuchar la llamada de Dios. Y orad por los j&oacute;venes, para que experimenten el atrayente fulgor de esa &ldquo;llama que llama&rdquo;, y que es la vocaci&oacute;n. &iexcl;Gracias de todo coraz&oacute;n por vuestro amor, vuestra oraci&oacute;n y vuestra ayuda en favor de los seminaristas!</p>
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