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Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar

Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar <p align="center"><strong>MENSAJE DE LOS OBISPOS PARA <br />EL Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar “Semillas del Reino” <br />Los laicos en la misión de la Iglesia</strong> <br /><br /><strong>Solemnidad de Pentecostés 27 de mayo de 2007</strong>&nbsp;</p><p align="justify">&nbsp;El pasado mes de noviembre se cumplían quince años de la publicación del documento de la Conferencia Episcopal Española “Los cristianos laicos, Iglesia en el mundo”. Los obispos españoles, recogiendo las enseñanzas del Concilio Vaticano II y las sugerencias de la Exhortación Apostólica “Christifideles laici”, presentaban a la Iglesia en España unas líneas de acción y un conjunto de propuestas con la finalidad de promover e impulsar la comunión eclesial, la corresponsabilidad y la participación activa de los cristianos laicos en la vida de la Iglesia y en la sociedad civil. </p><p align="justify">Después de constatar las necesidades y urgencias sociales y eclesiales, los miembros del episcopado invitaban a sacerdotes, religiosos, sociedades de vida apostólica y movimientos laicales a una colaboración activa, para que todos los bautizados pudiesen descubrir el gozo de su pertenencia a la Iglesia y su condición de miembros vivos de la misma. La inserción en la comunión trinitaria y en la vida de la comunidad cristiana, por el sacramento del bautismo, debe impulsar a todos los cristianos a salir de sí mismos, superando la rutina religiosa, para avanzar hasta los confines de la tierra, anunciando de palabra y de obra la salvación de Dios, celebrando la fe en Jesucristo y colaborando con Él, como “semillas del Reino”, a la implantación del reinado de Dios en el mundo, con la firme esperanza de su plena realización y cumplimiento al final de los tiempos. </p><p align="justify">Durante estos años se han multiplicado los congresos, las asambleas y los encuentros pastorales, tanto en el ámbito diocesano como nacional, para ayudar a los católicos españoles a vivir su fe con alegría y para animarles a mostrarla con valentía en los sectores laborales, culturales, políticos y familiares. Estos encuentros, con todas sus limitaciones, nos han ayudado a conocernos mejor, nos han permitido experimentar la presencia viva y permanente del Resucitado en su Iglesia y nos han ofrecido nueva luz para concretar y asumir con decisión las exigencias de la nueva evangelización.</p><p align="justify">&nbsp;Los obispos de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar, al analizar la realidad del laicado en la Iglesia, damos gracias al Padre, porque sigue suscitando mediante la acción del Espíritu niños, jóvenes y adultos cristianos que viven su adhesión plena a Jesucristo, con una profunda experiencia de fe y con una vivencia nítida de la comunión eclesial. En sus palabras y comportamientos traslucen la luz de Dios, que ilumina su corazón y que brilla en su rostro; son auténticos testigos y misioneros del don recibido en el bautismo y ofrecen este tesoro generosamente a otros hermanos, para que también ellos descubran el gozo de seguir al único Maestro y Señor de sus vidas. Pero, junto a esta espléndida realidad, percibimos con dolor que existen otros bautizados que están atemorizados, confusos y desanimados, al constatar que son muchas las dificultades para la transmisión de la fe y grande la falta de respuesta a las insistentes llamadas del Señor. Muchos de estos bautizados, en el mejor de los casos, se conforman con la participación en la Eucaristía dominical, pero no sienten la necesidad de anunciar la Buena Nueva a los hermanos ni de ofrecer público testimonio del infinito amor de Dios a cada ser humano. </p><p align="justify">Afectados por los criterios del secularismo y por “la cultura del relativismo”, bastantes cristianos prescinden de Dios, de la fe y de la religión. Sus vidas están cerradas a los valores trascendentes. Viven y actúan como si Dios no existiese. Esta realidad no puede dejarnos indiferentes. Tiene que impulsarnos a buscar las razones y las causas de esta indiferencia religiosa y a encontrar nuevos caminos para mostrar el infinito amor de Dios a cada ser humano. Ciertamente existen dificultades externas para vivir la fe en Jesucristo y para llevar a cabo la evangelización. Pero no debemos engañarnos. El mayor problema para el anuncio del Evangelio radica en nosotros mismos, en las resistencias que ofrecemos a la acción de la gracia, en la incapacidad para acoger el amor incondicional de Dios y en el miedo, que nos atenaza e impide fiarnos de verdad de la presencia del Señor resucitado en medio de nosotros. Nos miramos tanto a nosotros mismos, damos tanto culto a la personalidad y tanta importancia a nuestras seguridades y opiniones, que no somos capaces de percibir la constante acción del Espíritu Santo en el corazón del mundo ni dejamos que la Palabra de Dios juzgue nuestros criterios y comportamientos. Esto nos recuerda que todos estamos necesitados de conversión al Señor para vivir y actuar como criaturas nuevas en justicia y santidad verdaderas. </p><p align="justify">Para responder a la situación de indiferencia religiosa, que constatamos en algunos hermanos, y para anunciar hoy a Jesucristo en nuestra sociedad, los obispos españoles hemos señalado, en otras ocasiones, que es urgente la actuación coordinada de comunidades cristianas y movimientos apostólicos que ayuden a sus miembros a madurar en la fe, a vivir conscientemente la identidad bautismal, a renovar la vocación a la santidad y a ser testigos valientes de Jesucristo en medio del mundo. Frente a una actitud de tranquila y pacífica conservación de lo recibido y heredado del pasado, hoy el Señor nos invita a renovar nuestra vocación misionera, abriendo nuevos caminos y buscando nuevos métodos para el anuncio del Evangelio. Si seguimos haciendo lo de siempre y nos despreocupamos de evangelizar a los que se han alejado de la Iglesia, tendríamos que revisar nuestro ardor misionero. Nunca debemos olvidar que el Señor acoge y envía constantemente a trabajar en su viña y a sembrar sin desfallecer, aunque nos parezca que la siembra no produce sus frutos. </p><p align="justify">Ahora bien, ¿cómo podemos mantenernos en la misión confiada y cómo podemos ayudar a los hermanos a descubrir su vocación?. Solamente, si nos encontramos personalmente con Cristo, si experimentamos su amor incondicional a cada ser humano, podremos actuar con sus mismos sentimientos, actitudes y criterios, y estaremos capacitados para acompañar a otros en esta experiencia. El Papa Benedicto XVI nos dice en la Encíclica “Dios es amor”: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o por una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (n.1). En este encuentro personal con Cristo están la fuente de la alegría cristiana y la certeza de ser amados apasionadamente por Dios, que no deja de ofrecernos su perdón a pesar de nuestras infidelidades y pecados. Solo quien se sabe amado por Dios, porque ha experimentado este amor, se siente impulsado a amarle a Él y a los hermanos sin condiciones. El Señor, que nos ama siempre primero, nos invita a poner el amor en el centro de nuestra vida. La oración asidua, la meditación de la Palabra de Dios, la participación en los sacramentos, nos permiten descubrir este amor apasionado de Dios hacia cada ser humano y nos preparan para acoger su salvación. <br /><br />Pero, juntamente con la oración y la meditación de la Palabra, es preciso que nos preocupemos de nuestra formación cristiana y que busquemos caminos nuevos para colaborar en la formación de otros. Necesitamos con urgencia crecer en la formación para dar razón de nuestra esperanza, para progresar en la identificación con Cristo, para responder a los nuevos retos que se presentan al anuncio del Evangelio. Si no queremos vivir a merced de los cambios culturales, de la “dictadura del relativismo” o de ideologías ilusorias que pretenden construir una sociedad libre y feliz al margen de Dios, es preciso que profundicemos en nuestra formación cristiana. Solo así podremos tener criterios propios, aprenderemos a vivir desde una fe personal y descubriremos con gozo que existen valores definitivos y absolutos. En la formación humana y cristiana, no debemos dejar en un segundo plano la presentación de la gran cuestión del amor porque, si lo hiciéramos, estaríamos presentando un cristianismo desencarnado y espiritualista. El domingo de Pentecostés celebramos el envío del Espíritu Santo sobre los apóstoles y el comienzo de la misión de la Iglesia, enviada a todos los pueblos de la tierra. En este día, la Iglesia celebra también el día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar. De este modo quiere recordarnos la grandeza de la vocación bautismal y, consecuentemente, la importancia y la necesidad del laicado y de los movimientos apostólicos en la misión evangelizadora de la Iglesia. Los obispos de la CEAS queremos agradeceros un año más a todos los cristianos laicos vuestro servicio generoso a la evangelización y os invitamos a profundizar en vuestra condición de discípulos, siempre atentos a la escucha del Maestro para aprender de Él y para seguirle con alegría y decisión. Con vosotros nos sabemos enviados al mundo para mostrarle en este momento de la historia la misericordia y la salvación de Dios, conformando en todo momento nuestra existencia y nuestros comportamientos a sus criterios. Si nos abrimos todos a los dones del Espíritu, podemos acoger el infinito amor de Dios, sentiremos la urgencia de salir en misión para ofrecer este amor y podremos dejar al borde del camino los miedos, la vergüenza y la comodidad que nos impiden ser testigos del Resucitado y que nos hacen difícil acoger a los demás. El Señor nos pide ser portadores de la esperanza, que nace de la certeza de nuestra fe en Jesucristo, para los que viven solos, tristes, angustiados, marginados y no han descubierto el sentido de su existencia. </p><p align="justify">No olvidéis nunca que no podemos guardar para nosotros la alegría de la fe y los dones recibidos sin mérito alguno por nuestra parte. Debemos comunicarlos, ofrecerlos y entregarlos, donándonos a nosotros mismos, para que todos descubran el sentido de la vida y el gozo de ser cristianos. <br /></p><p align="right"><br /><br /><strong><em>Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, 27 de mayo de 2007</em></strong> <br /><br /><br /><strong><em>+ Mons. Julián Barrio Barrio Arzobispo de Santiago de Compostela<br />+ Mons. Juan Antonio Reig Plá Obispo de Cartagena (Murcia)&nbsp;<br />+ Mons. Francisco Javier Martínez Fernández Arzobispo de Granada&nbsp;<br />+ Mons. Francisco Gil Hellín Arzobispo de Burgos&nbsp;<br />+ Mons. Antonio Algora Hernando Obispo de Ciudad Real&nbsp;<br />+&nbsp;Mons. Atilano Rodríguez Martínez Obispo de Ciudad Rodrigo <br />+ Mons. José A. Sáiz Meneses Obispo de Terrassa&nbsp;<br />+ Mons. Francisco Cases Andreu Obispo de Canarias&nbsp;<br />+ Mons. Vicente Juan Segura Obispo de Ibiza</em></strong> </p>
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