Loading

Mensaje de nuestro Obispo en el día del Seminario

Mensaje de nuestro Obispo en el día del Seminario <h1 align="left">Sacerdotes, testigos del amor de Dios </h1><p align="justify">Llega, un año más, la fiesta del bendito san José anunciando la primavera con su vara florida. Con la fiesta de san José nos llega, cada año, el Día del Seminario: una jornada familiar, esperada y querida por todos los diocesanos. </p><p align="justify">Con este motivo, quiero hablar con vosotros del Seminario y de las vocaciones, compartir con vosotros preocupaciones y esperanzas. </p><p align="justify">La preocupación nace de la escasez de vocaciones. No es ningún secreto que nuestro clero cuenta con una media de edad alta; que cada año que pasa somos menos y hay que repartir más tareas; que hay sacerdotes que siguen trabajando después de los setenta y cinco años porque ven que la Diócesis necesita de ellos. Arrastramos, desde hace tiempo, una sequía vocacional grave. El mundo rural, vivero de vocaciones en otro tiempo, se despuebla de niños y jóvenes; las familias tienen cada vez menos hijos; las nuevas generaciones crecen en un contexto cultural hedonista que les aleja cada vez más de la fe y les hace resistentes a los compromisos de por vida; el abandono mismo del ministerio por parte de algunos sacerdotes ha engendrado decepción en no pocas comunidades. &quot;La falta de sacerdotes es ciertamente la tristeza de cada Iglesia&quot; decía el Papa Juan Pablo II.</p><p align="justify">&nbsp;Pero os decía que quería compartir con vosotros también esperanzas. Y la esperanza me la da, en primer lugar, la misma contemplación de san José, modelo de opción seria ante el misterio de Cristo. Fue la suya, como la de su esposa María, una existencia oculta, dedicada a acoger y secundar un proyecto que no venía de ellos, sino de Dios. </p><p align="justify">Alienta mi esperanza, sobre todo, la promesa de Jesús de dar pastores a su pueblo, y la confianza en la oración, a la que Él nos invitó al contemplar a las multitudes como ovejas sin pastor: &quot;Rogad al dueño de la mies que envíe operarios a su mies&quot;. </p><p align="justify">Y, cómo no, resulta muy esperanzador también ver ese ramillete de jóvenes seminaristas que, contra viento y marea, desafiando los cierzos y las múltiples seducciones de la sociedad del bienestar, están dispuestos a seguir a Jesús entregando su vida al servicio del Evangelio y de sus hermanos. Son jóvenes normales, vienen de muy distintas procedencias. Algunos han terminado brillantemente sus estudios universitarios. Unos y otros han escogido el sacerdocio no por afición o gustos clericales, sino porque les seduce Jesucristo, porque le aman, porque después de conocerle cualquier otro proyecto de vida se les queda pequeño. Y son felices porque valoran más lo que han escogido que lo que han dejado. No se sienten el residuo de un pasado que caduca, sino una propuesta de futuro. Han renunciado a algo tan hermoso como formar su propia familia no por incapacidad para amar, sino por la alegría de haber encontrado el tesoro escondido del Reino de Dios (Mt 13,44), porque la vocación es &quot;una llama que llama&quot;, porque vale la pena dedicarse en cuerpo y alma a formar la familia de los hijos de Dios. </p><p align="justify">Me alegra ver cómo muchos cristianos de nuestra Iglesia de Albacete amáis y os preocupáis por el Seminario, ofreciendo, sin reparar en el número de seminaristas, vuestra oración y vuestro apoyo generoso, que yo os agradezco de todo corazón. </p><p align="justify">Nuestra Iglesia, gracias a Dios, conserva un potencial admirable de generosidad en sacerdotes, en personas consagradas y en laicos, también entre los jóvenes. Confiamos en que el Señor no abandona a su Iglesia; que en la dificultad y en la prueba la renueva. </p><p align="justify">El cartel del Día del Seminario presenta, sobre la imagen entrañable del Buen Pastor, un lema precioso. &quot;Sacerdotes, testigos del amor de Dios&quot;. </p><p align="justify">Jesucristo, amor entregado de Dios Padre, no es el pastor ausente de su pueblo. Él continúa su misión pastoral en favor de los hombres a través de los sacerdotes, aunque esta representación quede con frecuencia empañada por nuestras fragilidades y pecados. Pero esa es nuestra misión: prestar la vida a Cristo para que a través de nuestra existencia, con frecuencia pobre y pecadora, Él siga siendo el pastor de su pueblo, anunciando la Buena Noticia del Reino, partiendo el pan de la Palabra y de Eucaristía, reconciliando a los hombres con Dios, encendiendo esperanzas y alumbrando sentido, derrochando compasión con los pobres y necesitados. La &quot;representación&quot; será tanto más fiel cuanto mayor sea la identificación con el &quot;representado&quot;. </p><p align="justify">Sabéis los sacerdotes por propia experiencia que la llamada de Dios nos llega casi siempre a través de mediadores. No sintamos pudor de proponer a los jóvenes más generosos la posibilidad de realizar su existencia en una misión que se inscribe íntegramente en favor de los hombres. Hacerlo no es un atentado, sino un obsequio a su libertad. </p><p align="justify">Os oigo con frecuencia a las familias quejaros de los derroteros fáciles e individualista por los que empieza a discurrir la vida de no pocos adolescentes y jóvenes. Proponedles metas altas a vuestros hijos, educadles en la generosidad y la renuncia, sugeridles la posibilidad de ser sacerdotes. De la existencia de familias de fe vigorosa y comprometida depende en buena parte que contemos con jóvenes generosos, capaces de enrolarse en cualquier causa noble. </p><p align="justify">Y veo cómo a los jóvenes, que por ser jóvenes lleváis en el corazón la semilla de la esperanza, os entusiasman los gestos generosos. Es admirable ver cómo crecéis en sensibilidad por las grandes causas de la humanidad. Pero, como me confesaba alguno, os asustan, en un mundo tan cambiante, los compromisos definitivos. Os han hecho creer que, dada la condición cambiante del hombre y de la sociedad, es ya poco menos que imposible asumir compromisos para toda la vida. No quiero resignarme a aceptar que se os haya agotado la generosidad, la ilusión y la capacidad de comprometeros libremente y para siempre. Creo, por el contrario, que el 11 &quot;para siempre&quot; es el signo más distintivo del amor verdadero, lo que da real fecundidad a la vida. Os aseguro que el Señor no defrauda, que da el ciento por uno. Es cuestión de fiarse de él. ¿Os habéis preguntado alguna vez, ahora que el futuro se abre ante vuestros ojos, por qué no ser sacerdotes? </p><p align="justify">En el poco tiempo que llevo en la Diócesis ya me han llegado, desde diversas instancias, peticiones para que envíe sacerdotes. Permitidme que ante el Día del Seminario me acerque a vosotros con una pregunta que, aunque proferida con profundo respeto, no puedo callarme: ¿Cuánto tiempo hace que de vuestra parroquia, de vuestro movimiento apostólico, de vuestras catequesis o de vuestro grupo de jóvenes no ha salido una vocación para la vida sacerdotal o religiosa? ¿Cuánto tiempo hace que fue ordenado el último sacerdote salido de entre vosotros? ¿Nos atrevemos a asumir el compromiso de que, en poco tiempo, no haya parroquias sin seminaristas? En ello nos va el futuro de la Iglesia y la Iglesia del futuro. De la vitalidad del Seminario depende que tengamos los sacerdotes necesarios y buenos sacerdotes. Pero la vitalidad del Seminario depende de todos: &quot;El deber de fomentar las vocaciones afecta a toda la comunidad cristiana, la cual ha de procurarlo con una vida plenamente cristiana&quot; (Juan Pablo 11. Pdv. 41). </p><p align="justify">Orad hoy y siempre por el Seminario, para que quienes han sido llamados sean fieles a su vocación; para que la llamada del Señor encuentre eco en el corazón de muchos jóvenes. Porque cuando se descubre el rostro fascinante de Jesús, su seguimiento, os lo aseguro, no es carga, sino canto, bienaventuranza. ¡Gracias de todo corazón! </p><p align="right"><strong><em>+ Mons. Ciriaco Benavente Mateos<br />Obispo de Albacete</em></strong></p>
subir